BURGOS

A orillas del río Arlanzón, con susurros de viejo romancero, se alza la histórica ciudad de Burgos, Cabeza de Castilla, y una de las más bellas ciudades de España.

Fundada en el año 884 por el conde Diego Rodríguez Porcelos, bajo el reinado de Alfonso III, la ciudad de Burgos conserva la impronta de siglos que pusieron en ella sus fundadores.

Toda la ciudad tiene rincones, plazas y callejas de sabor singular y belleza, resaltada, no sólo por su monumentalidad artística, sino por sus hermosos paseos y jardines que invitan al visitante a pasearla, disfrutando de sus múltiples encantos.

BURGOS RENACENTISTA

Este paseo que iniciamos a continuación nos invita a viajar por el Burgos del siglo XVI, una ciudad en pleno apogeo comercial y cultural cuyos aires de prosperidad atrajeron a los mejores artistas centroeuropeos del momento, quienes dejaron su impronta en importantes edificios civiles y palacios concentrados en la zona sur del núcleo urbano.

Partimos del Arco de Santa María, torre de dos pisos de planta cuadrada y cubierta de madera con una sala central porticada. La fachada adosada a la torre fue concluida en 1553 por Juan de Vallejo.

El conjunto forma un arco de triunfo en honor del emperador Carlos V en el que se aúnan elementos tradicionales y renacentistas, estructurados en tres cuerpos horizontales. La parte inferior está ocupada por la puerta de medio punto limitada por columnas de altos plinios y con dos medallones de bustos guerreros en las enjutas. El cuerpo central constituye un auténtico retablo civil, con seis hornacinas ocupadas por estatuas que representan a personajes de la historia de Burgos: el Conde Diego Porcelos, los Jueces de Castilla Laín Calvo y Nuño Rasura, Carlos V, Fernán González y el Cid. El monumento se remata con un andén corrido con balaustrada.

Continúa el paseo en un edificio señorial enclavado en el Camino de Santiago, en la rúa de Fernán González. El Palacio de Castilfalé, edificado hacia la mitad del siglo XVI, se erigió sobre el solar de la antigua casa de los Colonia. Juan de Vallejo inició la construcción del palacete, que, en 1565, pasó a manos del mercader y regidor Andrés de  Maluenda.

Aunque ha sufrido reformas, mantiene la portada original con las armas de los Maluenda, la planta baja, el zaguán y la escalera, cubierta por un interesante artesonado.

El palacete, que fue residencia ocasional del rey Fernando VII y Napoleón, fue donado al Ayuntamiento por sus últimos moradores, los condes de Castilfalé, y desde el año 1985 es la sede del Archivo Municipal. Guarda toda la documentación municipal existente desde el siglo X, junto a otros fondos históricos y una interesante colección de fotografías.

Atravesamos ahora el Arlanzón por el Puente de Santa María para llegar al antiguo Colegio de San Nicolás, en la actualidad sede del Instituto Cardenal López de Mendoza. El edificio conserva la fábrica original, realizada entre 1537 y 1579. La fachada se nutre de elementos góticos en la parte superior que contrastan con la portada, obra manierista del escultor Diego Guillén. En su interior destaca la distribución de la planta, articulada a través de un gran patio central de galerías porticadas.

A continuación enfilamos la calle de la Concepción, donde se ubica la Iglesia de San Cosme y San Damián, cuya portada renacentista se debe al taller de Juan de Vallejo. El templo, de tres naves separadas por arcos apuntados y bóvedas de terceletes, se erigió en el siglo XVI, mientras que la torre es un añadido posterior.

En su interior destaca el retablo mayor, de estilo barroco, realizado en el año 1662 por Policarpo de la Nestosa y con esculturas realizadas por Juan de Pobes y Juan de los Helgueros. En uno de los laterales de la iglesia se encuentra enterrado el famoso rejero renacentista Cristóbal de Andino.

Muy cerca de este templo, ya en la calle de Madrid, nos encontramos con el Hospital de la Concepción, edificio de bella factura erigido en el año 1552 bajo el mecenazgo del rico mercader Diego de Bermuy y el amparo de la Cofradía de la Concepción.

Considerado el primer hospital moderno de la ciudad, pasó en el año 1799 a ser la sede del Real Colegio de la Facultad de Medicina y Cirugía.

Otro edificio insigne del Renacimiento burgalés es la Casa de los Miranda, hoy sede de dos salas del Museo de Burgos –el resto del museo se alberga en la contigua Casa de los Angulo– y otrora residencia de Francisco de Miranda. Las hechuras del edificio, datado en 1545, se atribuyen a Juan de Vallejo, y destaca su bello patio renacentista, sus portadas –hacia la calle de Miranda y a la de Calera– y su escalera interior.

BURGOS GÓTICO

Esta ruta nos acerca a los hitos más importantes de un estilo, el gótico, que tiene su máxima expresión en la incomparable Catedral burgalesa. En apenas unos cientos de metros se concentra, en un bien conservado barrio de hermosas iglesias y monumentos civiles, toda la esencia de una época a la que Burgos debe en mayor medida su nombradía artística.

Comienza este recorrido en la plaza de Santa María, abierta ante la fachada principal de la Catedral burgalesa, joya del gótico español presidida por las agujas diseñadas por Juan de Colonia. Su planta de cruz latina da lugar a tres naves rematadas en una girola. Desde el interior se abren catorce capillas construidas entre los siglos XIII y XVIII, a las que se añadieron entre los siglos XIV y XVI otras cuatro que se abren al claustro alto. En la fachada principal del primer templo burgalés destaca un magnífico rosetón y una galería con ocho estatuas de los reyes de Castilla bajo la imagen de Santa María. Las otras puertas de entrada a la basílica son las del Sarmental, Pellejería y Coronería.

Atención especial merece el cimborrio, obra de Juan de Vallejo y Felipe Vigarny.

Por las silenciosas vías del viejo Burgos nos acercaremos a algunas iglesias que pueden haber quedado ocultas bajo el formidable influjo de la Catedral. Por la calle de Santa Águeda llegamos a la iglesia del mismo nombre, célebre por constituir el lugar donde, según la leyenda cidiana, Rodrigo Díaz de Vivar cobró juramento al rey Alfonso VI de no haber tomado parte en la muerte de su hermano don Sancho. El actual edificio es del siglo XV y del interior destacan los conjuntos funerarios del siglo XVI.

Rodeando el templo, tomamos la calle de Embajadores, conocida popularmente como el “Callejón de las Brujas”, y nos dirigimos de nuevo hacia la Catedral para subir hasta la Iglesia de San Nicolás de Bari. De su interior llama la atención el monumental retablo mayor, realizado a principios del siglo XVI por el taller de los Colonia. Se trata de un retablo sepulcro que muestra el poderío económico del mercader Gonzalo Polanco y en el que quedan representadas distintas escenas de la vida y milagros de San Nicolás y otras con temas de santos y de carácter bíblico.

Por la calle del Pozo Seco llegaremos hasta la Iglesia de San Esteban, gótica del último tercio del siglo XIII y primera mitad del siglo XIV y cuyas similitudes con la Catedral son patentes. Por la calle de San Esteban nos dirigimos hasta la muralla y el Arco de San Esteban, la puerta más interesante desde el punto de vista arquitectónico de las que se conservan de la cerca primitiva; fue construida en el siglo XIV en estilo mudéjar, con arcos de herradura y aparejo mixto de piedra y ladrillo.

Bajando por la calle de las Tahonas nos acercamos a otra de las puertas de la ciudad: el Arco de San Gil, obra del siglo XVI. Junto a él descubriremos la Iglesia de San Gil, adosada a la muralla.

Está considerada una de las más interesantes y bellas iglesias góticas de Burgos. La visita interior nos muestra diferentes capillas funerarias de gran calidad artística, entre las que destaca la capilla de la Natividad, que queda rematada por una original bóveda estrellada totalmente calada. También hay que mencionar la capilla de la Buena Mañana, llamada así por la temprana hora en que sus clérigos debían atender el culto.

Continúa este paseo por el barrio gótico burgalés con la visita a la Casa del Cordón, el más majestuoso representante de la arquitectura civil burgalesa del siglo XV. El edificio fue construido por encargo de los Condestables de Castilla y se atribuye al taller de Simón de Colonia. El motivo más singular del palacio, hoy restaurado como sede de una entidad financiera, es su fachada con una gran portada adintelada y un cordón franciscano realizado en piedra que da nombre al edificio, mientras que en su interior destaca un elegante patio renacentista. Finaliza la ruta por el corazón gótico burgalés cerca de donde comenzó: cruzando el puente de Santa María nos encontramos con la Iglesia de La Merced, tardogótica, de finales del siglo XV y principios del XVI, que debe sus hechuras al maestro Juan de Colonia.

La estatua ecuestre del Cid marca el inicio del Paseo del Espolón, donde se aúnan varios edificios señoriales de la época renacentista como el Palacio de la Diputación Provincial y el Teatro Principal, entre otros. Paralelo al Espolón y al otro lado del río, el Paseo del Espoloncillo alberga la glera, lugar donde, según cuenta el poema, descansaron el Cid y sus hombres la noche antes de partir hacia el destierro, y finaliza en el Arco de Santa María, arco triunfal en honor a Carlos V reconstruido sobre la principal puerta de acceso al Burgos amurallado del Medievo. A la derecha del arco aparece nuevamente el Paseo del Espolón, desde el cual se accede enseguida a la Plaza Mayor y al edificio de la Casa Consistorial, levantada sobre la antigua puerta de Carretas a finales del siglo XVIII en estilo neoclásico.

Desemboca el Espolón en la Plaza de Mío Cid, desde donde podemos enfilar el Puente de San Pablo, “vía cidiana” en la que se exponen ocho estatuas relacionadas con el héroe castellano realizadas por el escultor Joaquín Lucarini.

CATEDRAL DE SANTA MARÍA DE BURGOS

La catedral de Burgos, emblema monumental de la ciudad, es una de las joyas del arte gótico español. Su construcción se inició en 1221 por deseo del rey Fernando III y del obispo don Mauricio.

Se asienta, en parte, sobre el antiguo templo románico erigido en el reinado de Alfonso VI (1065-1109). Aunque se desconoce el nombre de los primeros maestros que intervinieron en su ejecución, probablemente tuvieron un amplio conocimiento de la arquitectura francesa, dadas las semejanzas del templo burgalés con catedrales como las de Chartres, Amiens,  Reims y Notre Dame de París. Si bien la basílica se construyó, en su mayor parte, en el siglo XIII, durante las siguientes centurias experimentó continuos cambios y ampliaciones, especialmente en los siglos XV y XVI, momentos de gran esplendor para la ciudad burgalesa. 


Ya en el siglo XIX, y como consecuencia de la Desamortización, se redujo el poder económico del Cabildo y las labores de conservación de la catedral fueron desatendidas. Sin embargo, su declaración como Monumento Nacional en 1887 y, más tarde, en 1984, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, contribuyeron a impulsar toda una serie de actuaciones de restauración, que  se han prolongado hasta nuestros días, para mejorar la conservación del monumento.

En el exterior debe resaltarse la fachada principal, abierta a la plaza de Santa María, que se organiza en tres tramos en altura. El primero está presidido por las puertas que dan acceso a cada una de las naves. La principal o del Perdón fue reconstruida en estilo neoclásico en 1790 por Fernando González de Lara, y sustituye a la primitiva que tenía una rica estatuaria gótica del siglo XIII. Las laterales se reformaron en 1663. El cuerpo intermedio consta de un gran rosetón, en el que aparece una estrella davídica, y en el tercero se abre la galería de los reyes, con estatuas del siglo XIII. Por encima aparece una inscripción en torno a la imagen de una Virgen, del siglo XV, puesto que es a ésta a quien se consagró el templo, y que dice Pulcra es et Decora (Pura y Bella eres), en clara referencia a María. A ambos lados se sitúan las torres, rematadas con las hermosas agujas caladas realizadas por el arquitecto Juan de Colonia desde mediados del siglo XV, por mandato del obispo don Alonso de Cartagena y acabadas en el episcopado del obispo don Luis de Acuña. En el brazo norte del crucero se abre la Portada de la Coronería o de los Apóstoles, en cuyas jambas aparece un sobrio apostolado, que es el que le da nombre.

El tímpano está decorado con una gran  Déesis  o Juicio Final. Fue labrada en el siglo XIII. Esta puerta recibe también el nombre de Puerta Alta, por encontrarse a más altura que el piso del templo, a consecuencia del desnivel que salva el templo al adaptarse a la pendiente de su emplazamiento en la  ladera meridional del cerro del castillo. En la zona oriental, y a ras del suelo catedralicio, aparece la Puerta de la Pellejería, una de las primeras manifestaciones del Renacimiento burgalés. Fue concebida en estilo plateresco por Francisco de Colonia en el primer tercio del siglo XVI y costeada por el obispo don Juan Rodríguez de Fonseca, que se halla representado, en actitud orante, en el remate. Pero, sin duda, el mejor conjunto escultórico de la basílica es la Puerta del Sarmental, en la plaza del Rey San Fernando. Tallada en piedra, en el siglo XIII,  destaca el tímpano, decorado con una bella imagen del Pantocrátor rodeado por los Tetramorfos, que se completa con figuras de los Apóstoles en el dintel y grupos de ángeles, arcángeles y Ancianos del Apocalipsis en las arquivoltas. En el parteluz aparece la imagen de un obispo que se ha identificado tradicionalmente con don Mauricio, fundador de la catedral.

El edificio presenta planta basilical de cruz latina, con tres naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales; un presbiterio de tres tramos y girola. El crucero,  muy prolongado, tiene una sola nave, y en su intersección con la nave central se levanta el cimborrio. En el lado Sureste se construyó, a finales del siglo XIII, el claustro gótico. Durante algún tiempo se conservó el claustro de la catedral románica, en la zona suroeste, donde después se levantaron los palacios episcopales, que fueron derribados en 1913. Tanto en la cabecera como en las naves laterales se fueron abriendo toda una serie de capillas, que, debido a las múltiples intervenciones sufridas a lo largo del tiempo, han ido desapareciendo o se han sustituido por otros espacios. En el interior, el alzado de la nave central responde a la clásica secuencia gótica de arcada, triforio y ventanales. Las cubiertas son, en su mayoría, bóvedas góticas sencillas, con nervio longitudinal de ligadura en la nave central; las laterales son cuatripartitas. 


También existen algunas bóvedas estrelladas del siglo XVI. Las vidrieras sufrieron muchos daños a raíz de la voladura del castillo de la ciudad por los franceses en 1813, pero aún se conserva el primitivo vitral del Sarmental. El resto es obra del siglo XIX, salvo las de la Capilla del Condestable, ejecutadas a comienzos del siglo XVI por el vidriero Arnao de Flandes y que aún se conservan en parte.

La nave central se encuentra interrumpida por el coro. En su origen, éste estuvo ubicado en la cabecera del templo, pero en el siglo XVI fue trasladado a los pies de la nave mayor. Preside su interior, la figura yacente del obispo Mauricio, del siglo XIII. De gran calidad artística es la magnífica sillería organizada en dos pisos y labrada en el  siglo XVI por los mejores escultores burgaleses del momento, entre los que destacan Felipe Vigarny, Simón de Bueras y García de Arredondo. Uno de los elementos más destacados del edificio es el cimborrio. Fue levantado por Juan de Vallejo tras el derrumbamiento del primitivo en 1539. Esta impresionante linterna octogonal se levanta sobre cuatro gigantescos pilares. En él aparecen los escudos de sus promotores (el Cabildo, el Concejo, el obispo Álvarez de Toledo y Carlos I) y multitud de esculturas de santos. Como remate encontramos una bella bóveda calada de inspiración mudéjar, bajo la cual descansan los restos del Cid y su esposa doña Jimena, que fueron trasladados en 1921 para ser enterrados en la Catedral, al cumplirse el VII Centenario del comienzo de la construcción del templo. En la cabecera se encuentra el magnífico retablo mayor, labrado, en su mayor parte, por los hermanos Rodrigo y Bartolomé de la Haya, a partir de 1562. Está considerado como una de las mejores obras de estilo romanista en España. 


Toda su imaginería tiene como objetivo exaltar la figura de la Virgen, patrona de la catedral, a través de escenas y personajes vinculados a su vida. La imagen de Santa María la Mayor, patrona de la Catedral, es una escultura de plata de finales del siglo XV. Las de la Asunción y la Coronación fueron talladas por Juan de Anchieta a mediados del siglo XVI.

A ambos lados de las naves laterales se abren capillas que bordean todo el templo. Destaca, de entre todas, la Capilla de la Purificación o del Condestable, en la cabecera, que se levantó a finales del siglo XV sobre la antigua capilla dedicada a San Pedro gracias al patronazgo del poderoso condestable don Pedro Fernández de Velasco y su mujer doña Mencía de Mendoza. Este espacio funerario, de planta central, aparece cubierto con  una gran bóveda estrellada calada. En la construcción de este espacio intervino el gran maestro Simón de Colonia, convirtiéndose en uno de los mejores ejemplos del gótico flamígero en España. En el centro se hallan los sepulcros de los fundadores, realizados en mármol genovés, probablemente obra de Felipe Vigarny. En las paredes aparecen los grandes escudos de los Velasco y Mendoza. La cabecera está presidida por un impresionante retablo-escenario de la Purificación, del primer tercio del siglo XVI. En su ejecución intervinieron dos grandes artistas, Felipe Vigarny  y Diego de Siloe, quienes se encargaron a su vez de la ejecución del retablo de San Pedro. El retablo de Santa Ana es una obra gótica, de finales del siglo XV, labrada, en su mayor parte, por Gil de Siloe, aunque hay algunas esculturas que fueron talladas por su hijo Diego a comienzos del siglo XVI. Entre las pinturas conservadas en la capilla merece destacarse la pintura lombarda de la Magdalena, realizada, a comienzos del siglo XVI, por Giovanni Pietro Ricci, discípulo aventajado de Leonardo da Vinci.

La primera capilla que se abre en el lado de la Epístola es la del Santo Cristo de Burgos, que se corresponde con uno de los lados del claustro de la catedral románica. En ella se encuentra una de las imágenes más veneradas por los burgaleses, el Cristo de Burgos, talla del siglo XIV, a la que desde antiguo se la consideró como milagrosa. Se trata de una pieza recubierta con piel curtida de animal y de caracteres sumamente expresivos, que se veneró, hasta el siglo XIX, en el desaparecido convento de San Agustín. Junto a esta capilla se levanta la Capilla de la Presentación, construida, gracias al patronazgo del canónigo don Gonzalo Díaz de Lerma, por el arquitecto Juan de Matienzo a partir de 1519.

Se trata de un espacio de planta central, cubierto con una gran bóveda estrellada calada. En el centro aparece el sepulcro del fundador, labrado por Felipe Vigarny a comienzos del siglo XVI. El retablo mayor, de estilo neoclásico se encuentra presidido por una gran tabla italiana de la Sagrada Familia, obra de Sebastiano del Piombo. La capilla se cierra con una reja del siglo XVI, de Cristóbal de Andino. Igualmente importante es la Capilla de la Visitación, proyectada por Juan de Colonia a mediados del siglo XV, en donde descansa el obispo don Alonso de Cartagena.

En el lado del Evangelio destaca la gran Capilla de Santa Tecla, levantada, gracias al mecenazgo del arzobispo don Manuel de Samaniego y Jaca, desde 1731. Se construyó sobre cuatro antiguas capillas góticas y en ella destaca un monumental retablo barroco. Junto a ella se levanta la Capilla de la Concepción o de Santa Ana, que fue resultado de la unión de las pequeñas capillas preexistentes de Santa Ana y San Antolín, por mandato del obispo don Luis de Acuña, a finales del siglo XV. En su ejecución intervinieron Juan y Simón de Colonia. El espacio queda cubierto con una impresionante bóveda estrellada decorada con angrelados. El retablo mayor es obra de Gil de Siloe, de finales del siglo XV, y aparece presidido por un grupo escultórico que representa el pasaje apócrifo del Abrazo de San Joaquín y Santa Ana, exaltando el misterio de la Inmaculada Concepción de María.

En la zona del crucero se ubica la Escalera Dorada, proyectada por Diego de Siloe, en 1519, para salvar el desnivel entre el suelo del templo y la Puerta de la Coronería, que se abre a la calle de Fernán González. Se trata de una ingeniosa solución que consta de un tramo de subida inicial recto, que se dobla en dos tiros laterales para luego volver a unirse en la parte alta. Se la relaciona con importantes diseños arquitectónicos italianos, como la desaparecida escalera del Belvedere del Vaticano, de Bramante. En la parte norte del crucero se abre la capilla de San Nicolás, uno de los espacios más antiguos del templo, y en el lado opuesto se encuentra la portada del claustro, del siglo XIII, en la que aparecen unas interesantes esculturas de la Anunciación, de los profetas y del Bautismo de Cristo. Los batientes de la puerta son una obra en madera realizada a finales del siglo XV. En la girola, que rodea la cabecera, se encuentran cinco amplios paneles en relieve que representan el ciclo de la Pasión. Los centrales fueron labrados por Felipe Vigarny, a finales del siglo XV, y los de los extremos son obra barroca de Pedro Alonso de los Ríos, ejecutados a mediados del siglo XVII. Otras capillas, como la de San Enrique (del siglo XVII, construida por el arzobispo Peralta), la de San Juan de Sahagún (del siglo XIV, con retablo barroco del XVIII), la de la Natividad (del siglo XVI), la de las Anunciación (del siglo XIV), la de San Gregorio (del siglo XIV) y la de las Reliquias (de finales del siglo XVIII), así como la gran sacristía barroca (de mediados del siglo XVIII) son también dignas de visita.

El claustro gótico, de doble altura, es uno de los  mejores ejemplares de España. En las esquinas del claustro alto se ubican cuatro interesantes grupos escultóricos de finales del siglo XIII.

Es de destacar el impresionante conjunto de sepulcros góticos y renacentistas que se levantan en sus paredes. A este claustro se abren la Capilla de Santa Catalina, la del Corpus Christi, la Sala Capitular y la Capilla de San Jerónimo. A la primera se accede a través de una interesante portada del siglo XIV, y antiguamente sirvió como Sala Capitular, lugar de reuniones del Ayuntamiento y sacristía. Se trata de un espacio cuadrangular cubierto por una gran bóveda estrellada, y está amueblada con una cajonería barroca, de comienzos del siglo XVIII, obra de fray Pedro Martínez, y por los retratos de obispos y arzobispos que han regido la diócesis burgalesa. Asimismo, presenta un conjunto de ménsulas bellamente policromadas, que representan escenas de caza y de corte. La Capilla del Corpus Christi, también conocida como de Juan Estébanez, fue construida en el siglo XIV. Alberga en su interior el denominado Cofre de El Cid, que no es más que un arcón del siglo XIV donde se guardaron los documentos más importantes de la catedral.

La Sala Capitular fue construida en el siglo XV, y está cubierta con un bello artesonado mudéjar, con motivos de lacería y mocárabes. Sus paredes se decoran con pinturas de los siglos XV y XVI. La Capilla de San Jerónimo es una pequeña construcción levantada, en el siglo XVI, en una de las esquinas internas del claustro.

Las Capillas de San Juan Bautista y de Santiago son ahora el espacio museístico más importante de la catedral, donde se puede admirar su tesoro religioso-cultural. El primero de estos espacios fue erigido por el obispo don Juan Cabeza  de Vaca a comienzos del siglo XV, pero su estructura actual responde al siglo XVI. En cuanto a la Capilla de Santiago, fue levantado por Juan de Vallejo en 1521 sobre una de las antiguas capillas  de la cabecera, y lo preside un retablo tardobarroco dedicado a Santiago Apóstol, patrón de España. En estas capillas se expone una rica colección de obras escultóricas, pictóricas y de orfebrería. Las pinturas son un interesante conjunto de obras de primitivos flamencos y de artistas hispano flamencos como fray Alonso de Zamora.

También se conservan tablas proto-renacentistas de comienzos del siglo XVI, pintadas por Alonso de Sedano y el maestro de Los Balbases. Asimismo, cabe destacar la tabla manierista de Pentecostés, de Pedro de Campaña, y algunos de los lienzos de finales del siglo XVI, como la Anunciación de Gregorio Martínez. Se pueden observar lienzos barrocos, destacando sobre todo los del pintor burgalés Mateo Cerezo. Entre las múltiples piezas de orfebrería, sobresalen los relicarios de fines del siglo XV de San Pedro, San Pablo y Santiago, atribuidos a Juan González de Frías, la cruz metropolitana, obra de Juan de Arce, y el impresionante conjunto de piezas de altar de la capilla del Condestable, en el que destacan el cáliz, el incensario y el bello portapaz borgoñón de comienzos del siglo XV


MUSEO DE LA EVOLUCIÓN HUMANA

El Museo de la Evolución Humana se ubica en el centro de Burgos, en un edificio de nueva planta obra del arquitecto Juan Navarro Baldeweg que ha ideado una caja de luz y de transparencia para albergar un espacio mágico y diáfano que invita a adentrarse en él y a dejarse atrapar por el relato de la evolución humana. La colección del museo se estructura en cuatro plantas dedicadas a la Sierra de Atapuerca y la evolución humana; La evolución en términos biológicos; La evolución en términos culturales: hominización y humanización y Los ecosistemas de la evolución.

BURGOS AMURALLADO

Esta ruta nos recuerda el pasado fortificado de Burgos, que la villa lleva implícito en su nombre. En el año 884 el conde Diego Porcelos fundó la ciudad y su castillo, que, erigido en el cerro de La Blanca como pequeña fortaleza militar, fue modelando la arquitectura de la villa intramuros.

La fortificación brinda al visitante una vista excepcional de la vieja ciudad amurallada con sus puertas y monumentos.

La ruta comienza en el Paseo del Espolón, obra del siglo XVIII que marca la expansión de la ciudad extramuros y que convertirá la antigua ronda de la muralla en un gran paseo rodeado de jardines a la orilla del Arlanzón. El Espolón está jalonado por estatuas del Palacio Real de Madrid que el rey Carlos III donó a la ciudad y otras de estilo neoclásico, regalo de Isabel II.

En el paseo se encuentra el Consulado del Mar, edificio del siglo XVII que recuerda el pasado comercial de Burgos y que supuso el principal impulso del desarrollo mercantil y financiero de la ciudad, ya que desde allí se controlaba en la época de los Reyes Católicos el comercio de exportación de la lana de las merinas castellanas.

Un poco más adelante el viajero se encuentra ante la que fuera la entrada más importante de la ciudad a través de la muralla, el Arco de Santa María, cuya configuración actual data del segundo tercio del siglo XVI. En el año 1536 los regidores del Concejo encargaron su remodelación a Juan de Vallejo y a Francisco de Colonia. Su importancia se incrementó desde 1600, tras convertirse en la puerta de entrada de los reyes que visitaban la ciudad y en el lugar en que éstos debían jurar respeto a los fueros de la villa.

Seguimos la ruta por el Paseo de la Isla, prolongación del Espolón. En su primera bocacalle, Eduardo Martínez del Campo, se erige un conjunto de obras señeras que datan de los siglos XIX y XX.

Destaca entre ellas el Palacio Arzobispal, obra neo renacentista y barroca de Javier de Luque y Julián Apraiz, inspirada en la mezcla de estilos dominante a finales del siglo XIX.

Este eclecticismo arquitectónico se aprecia de igual manera en la cercana Iglesia de las Salesas, que debe sus hechuras al arquitecto Juan M. Lázaro. El viajero se adentra en el Paseo de los Cubos, que nos ofrece el lienzo más largo de muralla conservado en la actualidad.

En sus muros se abre la Puerta de la Judería junto al Torreón de Doña Lambra, donde la aljama burgalesa, una de las juderías más vitales del siglo XIII, se comunicaba con la ciudad extramuros.

Antes de acceder a la fortaleza burgalesa, punto culminante de esta ruta, hay que atravesar una de las puertas principales de la judería, el Arco de San Martín. De estilo mudéjar, se trata de la puerta más occidental de la muralla, por la que entraban en la ciudad, una vez jurados los fueros, los Reyes de Castilla y por donde salían los peregrinos en su ruta hacia Santiago.

Atravesando el arco se alza el Solar del Cid, ubicado donde, según narra la tradición, tuvo asiento la residencia urbana del Cid Campeador. Tras él se alza el cerro del Castillo, al que se accede por unas escaleras que conducen al viajero hasta el Mirador del Castillo, desde donde se disfruta de una excepcional panorámica del viejo recinto amurallado y de toda la ciudad de Burgos. El origen del Castillo se remonta al año 884, cuando el Conde Diego Porcelos, por orden del rey Alfonso III, funda la fortaleza y la ciudad.

Abandonamos el castillo por una escalera que desciende paralela a la muralla y que conduce al mudéjar Arco de San Esteban, del siglo XIV, compuesto por un doble arco de herradura y dos torres cuadradas con una galería de seis arcos de medio punto entre ambas. En el camino de descenso hacia la siguiente puerta, la del Arco de San Gil, se pueden contemplar restos de la antigua muralla.

Continuamos el recorrido por la calle de Avellanos para llegar a la que fuera la puerta de Margarita, donde en la actualidad se alza el edificio neogótico de 1903 que alberga el Palacio de la Capitanía General. Finaliza este paseo, una vez atravesada la Plaza de España, en la puerta más oriental de todas, el Arco de San Juan, por donde entraban los peregrinos a la ciudad, reconstruido en el año 1563 por Simón de Bueras y Martín Ochoa de Arteaga.

Una excelente opción para visitar la ciudad es tomar el tren turístico que te  permite conocer los monumentos y los lugares principales del centro histórico de Burgos. El tren realiza un recorrido por los lugares más típicos.

Por la noche, el tren permite contemplar los monumentos iluminados.

Salida junto a la Catedral Recorrido diurno: 45’ Recorrido nocturno: 60’

De lunes a viernes:
Salidas de abril a septiembre: 15:00 – 16:00 – 17:00 – 18:00 - 19:00 h. los sábados y domingos el servicio se ve incrementado con salidas a las 11:00 – 12:00 y 13:00 hrs.
En temporada alta las salidas se ven incrementadas considerablemente.

La salida nocturna es del 1º de abril al 15 de mayo a las 21:15 horas, posteriormente sale a las 22:15 y en otoño a las 20:15

HOTEL, Nuestra recomendación es el HOTEL VELADA BURGOS, está ubicado en el centro histórico de la ciudad, a escasos metros de la catedral, dispone de garaje, a un precio muy correcto.

Frente al mismo hotel hay una taberna, Las Espuelas del Cid, un hallazgo, un servicio espléndido, unas raciones copiosas y una calidad extraordinaria, cuidado las raciones son generosas, aunque ellos mismos te aconsejan. (Arco del Pilar 10 – esquina a Fernán González 2)

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