GUADALUPE, MONASTERIO DE

Sin duda, la interesante historia de esta emblemática población situada en plena comarca de Las Villuercas, al este de Extremadura, está muy relacionada con las primeras noticias escritas que se tienen, allá por el s. XIV, del Santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe, edificado en La Puebla y que nos hablan del hallazgo, por Gil Cordero, de una imagen de la Virgen, a finales del s. XIII o principios del s. XIV, en las márgenes del río Guadalupe y en concreto en la falda sur de los montes de Altamira, donde debió ocultarse a raíz de la invasión de la península por los árabes en el s. VIII.

En ese mismo lugar del hallazgo sería construida una ermita con esta imagen de la Virgen, que estuvo junto al cuerpo de San Lucas “El Evangelista” expuesta y venerada en Roma y posteriormente en Sevilla, hasta que en el año 714 unos clérigos huyeron con ella, y otras reliquias, temiendo la incomprensión religiosa de los invasores musulmanes y  escondiéndola en estos parajes del río Guadalupejo, de la que la imagen recibiría su nombre.

Ya en 1340, el rey Alfonso XI otorgó unos terrenos a aquellos vecinos que se habían instalado junto a la ermita y en 1347 se menciona este lugar con el nombre de “Puebla del dicho lugar de Santa María de Guadalupe”.

Escasamente un par de años después, el rey concedería al prior del Santuario “El Señorío de la Puebla”.

En 1820 Guadalupe tendría su primer Ayuntamiento Constitucional.

Desde 1389 y hasta 1835 el Santuario estuvo encomendado a los padres jerónimos para su custodia, quedando este durante décadas posteriores sin la custodia de orden religiosa alguna y en ruina progresiva del edificio.

En 1908 los franciscanos aceptaron hacerse cargo del Monasterio, realizándose en buena parte del s. XX una admirable rehabilitación de todas las dependencias, dando como fruto el que la UNESCO declarara al Monasterio en 1993 Patrimonio de la Humanidad.

Los muchos privilegios concedidos al Santuario y a La Puebla y la siempre creciente devoción religiosa hacia la Virgen, supusieron un aumento importante de la población y un asentamiento paulatino de artesanos y comerciantes, auténticos predecesores de muchas de las actividades comerciales y artesanales que hoy perduran en La Puebla de Guadalupe con el reconocimiento de cuantos la visitan.

Con el Monasterio de Guadalupe convertido en uno de los centros devocionales marianos más importantes del mundo cristiano y La Puebla reconocida como Monumento Nacional, sorprende al visitante la siempre acogedora actitud de la población, que ofrece una infraestructura cada vez más apropiada para atender a los miles de visitantes y peregrinos que anualmente se acercan a esta atractiva población extremeña, disfrutando a la par de su excelente gastronomía,su original artesanía y la belleza de su típica y bien conservada arquitectura popular.

Dadas las sucesivas ampliaciones a las que se ha visto sometido, el edificio del Real Monasterio de Ntra. Sra. de Guadalupe es de trazado irregular, dando aspecto de fortaleza
debido a sus torres almenadas y murallas. Este majestuoso monumento está construido preferentemente con mampostería y ladrillo.

Desde 1389, en que el rey Juan I entregara el Monasterio a la Orden Jerónima, el proceso constructivo del mismo por parte de esta Orden llegaría hasta el s. XVIII, destacando de este período constructivo el claustro mudéjar o de los Milagros, de finales del s. XIV, en torno al cual se encuentran los dormitorios, el refectorio y otras dependencias monacales.

El centro del patio de este claustro está ocupado por un admirado templete mudéjar construido en 1405 por Fray Juan de Sevilla y único en su estilo. Este bello claustro de forma rectangular cuenta con dos cuerpos de arquería a cada lado.

Dentro del claustro se observa una glorieta o lavatorio, cubierto con bóveda de crucería y solería con alicatado mudéjar y entre sus muros se expone una colección de lienzos, que nos habla de los innumerables milagros en los que ha intervenido la Virgen.

Entre los sepulcros que encontraremos destaca el realizado entre 1458 y 1460 por Egas Cueman para Fray Gonzalo de Illescas, obispo de Córdoba y prior del Monasterio, así como el de don Juan Serrano, último prior secular de Guadalupe.

El admirable Museo de Bordados, con más de doscientas piezas realizadas en el propio taller del Monasterio (frontales, casullas, dalmática...) e inaugurado en 1928 por el rey Alfonso XIII, ocupa el que fuera antiguo refectorio del Monasterio de los jerónimos.

El Museo de Miniados, considerado uno de los mejores del mundo, está situado en la antigua sala capitular y en el se exponen, además del denominado “Libro de las horas del Prior” del s. XVI, un buen número de cantorales de grandes dimensiones de los siglos XIV al XVIII y otras muestras de la intensa actividad del “scriptorium” guadalupense.

En la antigua repostería del Monasterio encontraremos el Museo de Esculturas y Pinturas; interesante colección de los fondos escultóricos y pictóricos del Monasterio con tres lienzos del Greco, que proceden de Talavera la Vieja, y obras de artistas de la talla de Zurbarán, Isebrant, Goya o Juan de Flandes, Uno de los rincones más admirados por el visitante se encuentra en la sacristía, construida en el s. XVII, donde se pueden contemplar algunas de las mejores obras realizadas por el célebre pintor extremeño de Fuente de Cantos, Francisco de Zurbarán, sobresaliendo entre ellas la denominada “Apoteosis de San Jerónimo” situada en la capilla, al fondo de la sacristía.

Hasta medio centenar de reliquias,la famosa “Arqueta de los Esmaltes” y los “Mantos Ricos” de la Virgen, se exponen en El Relicario del Monasterio.

Realizada bajo la dirección de Manuel de Larra y Churriguera y en el coro de la iglesia podemos contemplar una magnífica sillería, siendo obra de Alejandro Carnicero, de mitad del s. XVIII, los relieves de la sillería alta. A Juan de Flandes, pintor de Cámara de Isabel La Católica, se le atribuyen las magníficas pinturas murales que están situadas en la bóveda del coro.


El maestro Francisco Rodríguez Romero, a finales del s. XVII construyó el camarín de la Virgen, donde se puede contemplar la bella imagen de la Patrona de la Hispanidad, destacando en este espacio las esculturas de las “Ochos Mujeres Fuertes” del Antiguo Testamento en estilo barroco y las pinturas marianas de Luca Giordano.

La iglesia del Monasterio, de estilo gótico, fue levantada sobre otra primitiva mudéjar. Consta de tres naves, de las cuales la central es más alta y ancha, siendo de bóveda de crucería la cubierta de las naves.

De las piezas de arte que podemos admirar en su interior, destaca la talla protogótica de finales del s.XII o principios del XIII de Ntra.Sra. de Guadalupe, expuesta en el retablo mayor barroco clasicista,de principios del s. XVII, y cuyo sagrario fue escritorio del rey Felipe II, quien lo donó en 1569.

De estilo gótico renacentista es la reja de hierro forjado, obra de Fray Francisco de Salamanca y Fray Juan de Ávila, fechada entre los años 1510 y 1514.

Obra gótica hispano flamenca de finales del s. XV, de Anequín Egas, son los sepulcros de D. Alfonso de Velasco y su esposa Dª Isabel de Cuadros, en posición orante y que se hallan en la capilla de Santa Ana.

Bellos rosetones realizados con ladrillos aplantillados, combinados con lazos mudéjares y tracería gótica, destacan en la fachada principal de la iglesia, donde llaman la atención sus magníficas puertas.

HOSPEDERÍA DEL REAL MONASTERIO

Ocupando parte del llamado “Pabellón de la Enfermería Nueva”, de principios del s. XVI, se encuentra la actual Hospedería del Real Monasterio, admirándose exteriormente en su construcción de mampostería y sillarejo los torreones cilíndricos rematados por chapitel,que está cubierto por bellas tejas.

Formando parte de la Hospedería del Monasterio, podemos contemplar un magnífico patio gótico con influencias mudéjares, de bellas arquerías con tres pisos, siendo la superior de estilo gótico. Su comedor es obra del arquitecto Rafael Moneo.


Justo al lado del Monasterio también encontramos el Parador de Turismo, aunque, recomiendo a ser posible y en caso de pernoctar en la ciudad, hacerlo en la Hospedería de propio Monasterio.

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